9 de diciembre de 2014

Ayacucho fue resultado de la estrategia desarrollada por Antonio José de Sucre

El cumanés para esos años había conquistado el respeto y la admiración de todos los efectivos del Ejército Unido, tanto venezolanos, neogranadinos, ecuatorianos, peruanos, argentinos y otras nacionalidades que bajo su mando intervendrían en Ayacucho.
El 28 de julio de 1824 el Congreso de Colombia aprobó una ley que despojaba a Simón Bolívar de su facultad de dirigir personalmente las tropas grancolombianas en el extranjero y otorgar ascensos. Al enterarse de la decisión en octubre de ese año, el Libertador delegó el mando del Ejército Libertador de la sierra en Antonio José de Sucre.

El cumanés para esos años había conquistado el respeto y la admiración de todos los efectivos del Ejército Unido, tanto venezolanos, neogranadinos, ecuatorianos, peruanos, argentinos y otras nacionalidades que bajo su mando intervendrían en Ayacucho. Fue así como, inocente de las tretas bogotanas, Sucre suplió a Bolívar en la jefatura suprema de la batalla final, la que le haría acreedor del título de Gran Mariscal de Ayacucho.

LOS DOS EJÉRCITOS

De acuerdo a Javier Ocampo López, en el encuentro se midieron “6.879 soldados patriotas, bajo el comando del general Sucre, contra 10 mil soldados realistas, de los cuales siete mil eran indios y mestizos partidarios del rey de España”. Otras fuentes estiman las fuerza patriotas en poco menos de 6 mil.
El mismo historiador escribe “las divisiones patriotas de José María Córdova. Jacinto Lara y José de La Mar se enfrentaron a las divisiones realistas de Alejandro González Villalobos, Antonio Monet y Jerónimo Valdés”. Alfonso Rumazo González habla de 10 mil efectivos realistas.

LANZAS Y BAYONETAS

El destino final de la independencia suramericana viró drásticamente a favor de los patriotas en la planicie de Junín, cuando los llaneros venezolanos -según lo recuerda José Abelardo Ramos-, en un momento en que estuvo a punto de tocarse a retirada para los patriotas, decidieron el combate empleando la técnica del ‘Vuelvan Caras’, y “llevando sus riendas en las rodillas, así tenían sus dos manos libres para cargar lanzas y alzarse sobre sus caballos hasta un metro, con sus lanzas en manos, más flexibles y más largas, casi metro y medio más que la de los españoles” .
La jornada de Ayacucho tuvo mayor complejidad en cuanto a las armas, pues si bien la lanza fue importante en las acometidas contra la caballería realista -la que no evaluó la experiencia de Junín-, también resultó clave la infantería patriota con sus cargas a la bayoneta bajo el mando de José María de Córdoba. Asimismo, Sucre dispuso con gran sentido de oportunidad la artillería, apuntando hacia las dos bajadas que conectan la franja elevada del Cundurcunca donde se estacionaron los realistas, y que comunicaban con la planicie abajo, donde se habían situado los independientes. Se impedía así, a La Serna y Canterac, aprovecharse de la superioridad numérica y su armamento, al quedar represados en los dos sitios de descenso.

IDAS Y VENIDAS

Luego de Junín, los patriotas persiguieron al enemigo durante varias semanas. Sin embargo, encontrándose liberada la provincia de Jauja y territorios aledaños, el Libertador desistió de llegar hasta el cuartel general realista en el Cuzco, por considerar el agotamiento de su infantería, poco experimentada en combates en terrenos cuya altitud oscilaba entre los 3 mil y cuatro mil metros, y dificultaba la respiración por escasez de oxígeno, factor al que estaba habituado el ejército del Virrey, por ser la mayor parte peruanos, y el tercio peninsular por haber permanecido años estacionado en la sierra.
Al tomar el mando Sucre prosiguió el mismo plan del Libertador: dar vueltas y revueltas hasta ubicar una posición conveniente para combatir.
Otro tanto hacía la fuerza monárquica, que si bien confiaba en el número de sus fuerzas, calibraban la capacidad del futuro Gran Mariscal, de cuya prudencia, habilidad y disciplina tenían buenas referencias.

IR A LA BATALLA

La decisión realista de ir el encuentro con los independientes respondió, como sabiamente lo había estimado el día 3 de diciembre el héroe cumanés, a la creencia de que la victoria táctica obtenida en Collpahuayo, donde dieron de baja a 300 patriotas, había destruido la moral de los republicanos. En todo caso, como escribiría años después José de la Trinidad Morán, uno de los héroes de Ayacucho “El éxito de una batalla es muchas veces juego de la fortuna, pero el encadenamiento de los sucesos es una ley fatal, como la de un cuerpo que rueda por un plano”.


MANUELA EN EL COMBATE

”El 3 de diciembre [de 1824] los patriotas caen en una emboscada peligrosísima, al atravesar la profunda quebrada de Collpahuayo(…)La maniobra española tiene dos objetivos: disminuir la fuerza del enemigo y tentarlo a presentar batalla…en condiciones desventajosas. Sucre comentó ‘Esto obligará al enemigo a empeñar batalla. Están engreídos’.
(…) Al fin se sitúan en Ayacucho. El virrey, Canterac y todo el ejército monárquico al pie de una colina llamada Cundurcunca; al pie de ella, en una vasta meseta acampan los republicanos, con el casería de Quinua en la retaguardia.
(…) A las once de la mañana [del 9 de diciembre] se abren los fuegos(…)El español Rubín Celis se precipita a destiempo y temerariamente contra el ala derecha republicana defendida por Córdoba. Da entonces éste su célebre grito de ‘ARMAS A DISCRECIÓN’. Miller recibe la orden de arrojar su caballería a la carga (…) Manuela [Sáez], que anda por ahí, no pudo contener su ímpetu y se lanza también con denuedo (…) El general Canterac en persona actúa en la lucha, pero sin éxito. El golpe de gracia le corresponde a la división del general Lara. Se ha cumplido el plan de lucha estudiado por Sucre la noche anterior” [Alfonso Rumazo González, Bolívar, Distribuidora Continental, Caracas, págs. 209,210]
T/ Néstor Rivero
F/ Cortesía

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