Hace sólo unos días, conmemoramos el 132 aniversario de que un joven de apenas 33 años, mayor general de humilde estirpe y con tanta fuerza en la mente como en el brazo, levantó la voz de la dignidad para desterrar cualquier pretensión de una Cuba sin independencia.
En esa ocasión nuestro Titán de Bronce, Antonio Maceo y Grajales, dejó sentado como un principio que trascendió a su época, la determinación de que en este pueblo jamás se aceptarían órdenes, pactos o exhortaciones que impliquen el desprecio a nuestras decisiones o la ilusión de vernos otra vez de rodillas.
El pasado 11 de marzo, cuatro días antes de esta efeméride, la necedad de quienes se creen con el derecho de condenar o juzgar, parió una resolución contra nuestro país, que nos ofende por su inmoralidad, pero no nos sorprende, porque quienes la aprobaron poco saben, y menos aún les interesa saber, la esencia real de nuestros asuntos, nuestras conquistas, limitaciones y propuestas, a ellos les basta con hacer de peones bien pagados en la guerra sucia contra Cuba.
La Unión Europea debería haberse preguntado y preguntarnos primero, antes de proclamar sus hipocresías asombrosas, por qué a pesar de los problemas, las carencias, el golpe de los huracanes y el genocidio cotidiano del bloqueo, que ya dura casi 50 años para rendirnos por hambre, los jóvenes cubanos hemos decidido seguir adelante, decirnos las cosas entre revolucionarios, debatirlas y buscar soluciones que no impliquen bajar la cabeza y olvidar la historia.
Sabemos que estas interrogantes habrían traído respuestas que los enemigos de la Revolución no quieren escuchar; argumentos que la prensa occidental está obligada a callar, pues su libertad de expresión termina, allí donde comienzan nuestras verdades.
No somos una juventud contenida y apresada en resentimientos y frustraciones, como quieren hacer creer al mundo, sabemos distinguir entre la autocrítica que aporta al bien social y la trampa sutil de los que tienden sus manos repletas de monedas, sin haber limpiado de ellas la sangre de más de más de 3 mil cubanos asesinados en acciones terroristas y de miles de otras víctimas esparcidas por todo el mundo, lo cual incluye a Europa, que esconde bajo el desgaste de su culta imagen, las penas y desdichas de millones de jóvenes y niños con carencias y discriminaciones, para quienes jamás habrá resoluciones en el Parlamento Europeo, como tampoco las hemos encontrado en condena al injusto encarcelamiento que sufren cinco héroes cubanos, verdaderos luchadores contra el odio y el terror, a quienes se les han violado los más elementales derechos en las cárceles de los Estados Unidos.
Nos unimos al rechazo que ha generado en toda la isla y en amplios sectores del mundo, este ejercicio de guerra imperialista, que no ha cambiado su esencia, ahora con la utilización de formas más sutiles y encubiertas de subversión e influencia psicológica, utilizando campañas mediáticas dirigidas a justificar sus planes de agresión, divulgar mentiras y construir pretextos, expresión de rencor feroz contra un pueblo, que está acostumbrado a ser agredido, desde que plantó su decisión de ser diferente, a 90 millas de quienes no toleran la libertad de ser distintos, en un claro desdén a la verdadera democracia y respeto entre las naciones.
Los derechos para los humanos que habitamos este país han sido garantizados por primera vez después del Primero de Enero de 1959; ni delincuentes comunes devenidos en suicidas, lo cual lamentamos, ni grupusculeras con acompañantes asalariadas lograran confundirnos ni atemorizarnos.
Con las jóvenes generaciones de cubanos jamás podrán contar en su propósito de regresarnos al pasado, los embustes que descaradamente fabrican y que tan ágilmente multiplican los poderosos medios del imperialismo mundial, no lograran sus objetivos, no vamos a ceder ante sus chantajes. Nuestro pueblo, encabezado por sus jóvenes responderá con inteligencia y energía, nos asiste la más firme convicción de que defendemos una obra mayúscula de justicia y humanidad: esta Revolución cubanísima; nuestras calles, bastión revolucionario y miliciano, sólo serán tomadas por la alegría de niños y jóvenes, que disfrutamos el privilegio de construir todos los días, junto a los que han hecho posible la esperanza, esta historia por Cuba y por los pobres de la tierra.
Desde nuestro IX Congreso, al que han contribuido con sus opiniones y criterios, cientos de miles de jóvenes, levantamos la voz firme y segura para condenar a quienes nos agreden y a los que, a cambio de míseras limosnas, se apuran en traicionar a su pueblo, como si la historia no les hubiese enseñado, que por encima de los que se quiebran y renuncian, siempre ha pasado la inmensa mayoría de los cubanos con su juventud al frente.
5 de abril de 2010
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