El Che escribe en el “Socialismo y el Hombre en Cuba”:
“Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adoptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia”.
El año 1965, más de veinte años antes del derrumbe de aquel coloso que fue la Unión Soviética, el Che, que había advertido del extravío del Cálculo Económico que se aplicaba en la Unión Soviética, que permitía la autonomía de las fábricas, sentando las bases materiales para la conciencia egoísta, entendió la estrecha relación entre la base económica y el desarrollo de la conciencia, y concluyó que una Revolución se sostiene en la Conciencia del Deber Social, sin ella todo estaría perdido. Fue una alerta que los revolucionarios deben acatar:
La historia le dio la razón, aquella Revolución se perdió por estimular el egoísmo y no la Conciencia del Deber Social. Y hoy el movimiento revolucionario universal aprendió, en la dura experiencia, que una Revolución se decide en última instancia por el desarrollo de la Conciencia del Deber Social, de pertenencia a la sociedad, y que esa conciencia está estrechamente entrelazada con la base económica, con la Propiedad Social de los medios de producción administrados por el Estado.
De lo anterior se deduce que formas económicas de propiedad nosocial, siempre producirán conciencia egoísta, se enfrentarán a los intereses de la sociedad y serán enemigas del Socialismo. Siempre serán reaccionarias, restauradoras. Sólo la Propiedad Social, administrada por el administrador de la sociedad, es decir, el Estado, es la base material para el Socialismo.
En la Revolución Bolivariana siempre se ha discutido la forma de propiedad hegemónica que corresponde a la Revolución, pero nunca como ahora esta discusión había adquirido tanta importancia. Vivimos una feroz embestida de las fuerzas antisocialistas.
Unos atacan al Socialismo desde el capitalismo, tratan de amedrentar al pueblo, reactivan fantasmas, intentan desgastar la fuerte conexión del Comandante con el pueblo. Simultáneamente ensayan magnicidios y golpe de estado.
Otros antisocialistas, mucho más peligrosos -porque embisten desde adentro con ropaje revolucionario- plantean desviaciones que minan las entrañas del Socialismo, lo fundamentan en pies de barro, condenan su estrategia, le privan del fuerte soporte de la Propiedad Social y lo debilitan con formas nosociales de clara hechura pequeño burguesa.
Antes propusieron cogestión, Empresas de Producción Social, ahora proponen una suerte de “control obrero” que limita la acción y atención obrera a los mezquinos confines de la fábrica. Así fragmentan a la Clase Obrera, la apartan de su papel histórico, le siembran quimeras de una emancipación parcial, parcelada.
Todas estas propuestas tienen la misma esencia, despojan a la Clase Obrera de su potencial integrador de la sociedad. Y por supuesto, al estimular formas de propiedad y conductas nosociales, al impedir la integración de la economía, impiden la formación de la Conciencia del Deber Social, de pertenencia a la sociedad, despojan a la Clase Obrera de su fuerza revolucionaria, la confinan a la lógica del capitalismo, a la fragmentación, y le da un golpe definitivo a la causa socialista, a la Revolución.
La Revolución Bolivariana sucede en una especial situación mundial y nacional. El mundo está empantanado en una crisis que involucra a todos los aspectos de la vida. La crisis va más allá del ámbito humano, es una crisis de la vida.
Si pensamos en la cantidad de especies que se extinguen cada día, en las aguas dulces que desaparecen, en las alteraciones del clima, entenderemos que la crisis es más profunda y más dramática de lo que nuestra cultura antropocéntrica nos permite percibir. No hay actividad humana que no esté en crisis, no hay lugar de la tierra que escape a la crisis. Las palabras de Fidel en Río [Ver Debate Socialista No. 7, página 6] cuando alertó el peligro de extinción de la especie humana, cobran carácter de sentencia mesiánica.
Es el capitalismo el que nos conduce a la extinción, su lógica, sus reglas éticas estimulan, justifican el camino al desastre. No hay alternativa, o la humanidad supera al capitalismo, o nos envuelve la tenebrosa nada, todo habrá sido en vano.
¿Seremos los sepultureros del milagro de la vida? ¿A eso vinimos a la creación, para ser sus verdugos? ¿Seremos peste o sanación?
La esperanza está en el Socialismo. Pasaron los tiempos en los que el Socialismo era una opción para buscar una mejor manera de vivir, para acabar con la explotación, eran tiempos de discusiones del modelo, de requiebros de la pequeña burguesía, de experimentos fallidos. Ahora la situación es dramática: O conquistamos la esencia del Socialismo, o la vida se extingue. La pregunta que surge es…
¿Cuál es la esencia del Socialismo?
La esencia del Socialismo es la integración de la sociedad, el rescate del sentido de pertenencia a la sociedad, el entender que la suerte del individuo está ligada a la suerte de la sociedad. Esa es la única manera de restablecer la armonía de la especie, de regresarla al concierto universal de la vida. Es la base de la fraternidad de las relaciones entre humanos, y del hombre con la naturaleza.
No existe Socialismo sin esta esencia, y sólo esta integración puede revertir el camino suicida.
Los inventos que no contemplen esta esencia, además de ser inviables, de que tarde o temprano serán atrapados por el capitalismo demencial, no resuelven el dilema vital de la Humanidad.
Esos proyectos no pasarán de producir buenos gobiernos, quizá mejorarán transitoriamente las condiciones de vida de muchos, eso no será malo, pero serán como aquellos remedios que le dan a los pacientes terminales para que sufran menos. Ayudarán a la Humanidad a bien morir, pero no resolverán el fondo del asunto, al contrario, lo enmascaran. Y en corto tiempo serán atrapados por el capitalismo globalizado. En esta fase del capitalismo no hay lugar para remilgos, o se construye el Socialismo profundo, o el proceso será atrapado por el capitalismo.
Los inventos socialistas hoy deben ser, tienen que ser, inventos para conquistar la esencia del Socialismo, no para evitarla. Y esa conquista se debe hacer en el menor tiempo, rápido, esa fortaleza se debe construir antes que el capitalismo retome su territorio, reconquiste el alma popular que perdió transitoriamente.
Para construir el Socialismo es necesario creer en el Socialismo, imbuir al pueblo de sus bondades, convencer de su vital necesidad, convirtiéndolo en tan necesario como el oxígeno, y sobre todo correr el riego que el cambio profundo significa.
El Socialismo no se construye pensando que las medidas que se deben tomar equivalen a “tirarnos por un barranco”, teniendo poca fe en la comprensión del pueblo.
El pueblo humilde, el Continente, la Humanidad, merecen, necesitan que nosotros corramos el riesgo de la hermosa aventura de construir el Socialismo.
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