El éxito revolucionario, necesariamente, es antecedido por un triunfo en la pasión, que se transforma en ideología y luego deviene en victoria organizativa. Pasión, ideología y organización, ese es el tridente revolucionario.
La pasión es el eje de la acción revolucionaria, sin ella la ideología queda como un simple ensayo académico, y la organización un andamiaje inútil. No obstante, ella aislada será solamente una efervescencia sin trascendencia.
El Libertador conocía estos tres pilares, y los usaba a la perfección: su organización militar era exitosa, su ideología aún nos ilumina, pero sobre todo supo insuflar en la sociedad la pasión que sólo las grandes metas pueden encender, ese era el eje de la Independencia , sin esa pasión, que aún hierve, sería impensable la gesta.
“¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hombres: la de salvar a un mundo entero de la esclavitud”. Así inicia el Libertador su arenga antes de la Batalla de Junín. Esas palabras motorizaron el triunfo: una gran tarea, una gran pasión.
Hoy, cuando estamos enfrentando una feroz arremetida enemiga que tiene como objetivo disminuir la pasión revolucionaria del pueblo, nuestra estrategia debe contemplar responder fundamentalmente en ese terreno.
Es en el corazón donde anida la Revolución. Recordemos abril, primero fue la pasión del pueblo civil y militar, aquella fue una batalla del sentimiento, así se pudo derrotar la afrenta oligarca.
Para las elecciones parlamentarias debemos afinar la organización, eso nadie lo discute, pero el triunfo lo dará, será medido, por la pasión que consigamos despertar en el pueblo. Solamente esa pasión se transformará en ideología y organización triunfante, y como decía el Libertador a sus soldados en Junín: “seremos invencibles”.
Es fundamental proteger la pasión popular, dotar a los bolivarianos de razones sagradas por las cuales luchar, explicar las obras que “el cielo nos ha encargado” , sólo así cosecharemos triunfos.
La arremetida enemiga y nuestra respuesta deben ubicarse en un escenario de guerra. Explicar que las razones de esa guerra tienen que ver con la decisión de esta Revolución de emprender la hermosa aventura de fundar otro mundo, de superar al capitalismo, de crear relaciones humanas salvadoras de la especie y de la vida. Ese ejemplo moral, espiritual, es la razón fundamental de la agresión.
Aclarar que esta Revolución, que surge de las entrañas de la sociedad, comete errores, no podía ser de otra manera, los aceptamos, pero lo que no se puede dudar es que en una Revolución que tiene como centro al humano, al pueblo, sus errores surgen en gran medida de la pasión de ser útil a los humildes. Es preferible un error en el camino de la redención del pueblo, que un éxito en el camino de la esclavitud oligarca.
Y, lo más importante, el pueblo debe ir a septiembre con la pasión y la lealtad de los que defienden a la Patria socialista y a su líder.
La oligarquía conoce la fuerza de la pasión, son duchos en la manipulación de las almas. Aquí en Venezuela están desarrollando una enorme operación de manejo de la psiquis que es dirigida por los gringos. Buscan despertar la pasión nefasta de sus bases, y aplastar la extraordinaria pasión amorosa que brota de la conexión Chávez – Pueblo humilde. Estudiemos el momento político.
Los depositantes del banco de mezerane se enardecieron contra el Comandante y contra el chavismo, al punto de querer lapidar a un reportero del Canal 8. El hecho es muy importante para un análisis de la situación.
Si aceptamos que el principal escenario de la confrontación es el espiritual, tendremos que admitir que el enemigo oligarca tiene extraordinario éxito con su base social: ha conseguido desquiciarla, inocularle odio, ingrediente esencial del fascismo. Le ha creado la capacidad de asimilar cualquier mentira, de consentir toda crueldad, con tal de disipar a los fantasmas que la perturban.
Ya colonizaron a su base social, la endurecieron, la dotaron de la pasión excretada por el odio, por la demencia criminal, tienen un sólo objetivo: salir de Chávez, truncar la Revolución , ese es su mandamiento central, a ese objetivo obedecen todas sus acciones.
Ahora intentan confundir a la masa bolivariana, saben que el campo de batalla principal es el espíritu, y hacia allá enfilan sus mejores armas. La Revolución debe enfrentarlos donde se desarrolla la contienda principal.
Lo primero es entender que se trata de una guerra, entonces, las reglas son diferentes a las reglas de la “Santa Paz”. Es así, con esta visión, que debemos evaluar las acciones. El código revolucionario es muy estricto, y debe serlo más en la guerra. El mandato central de ese código es: “El deber de un Revolucionario es hacer la Revolución ”.
De allí que todo lo que favorezca a la Revolución es ético, es válido, y todo lo que atente contra ella es condenable.
Ahora bien, la Revolución Bolivariana , que es un proceso pacífico, inédito, presenta una fuerte etapa de convivencia con el sistema oligarca capitalista, que va desde lo económico hasta lo filosófico. Esta convivencia trae necesariamente confusión: las éticas, los valores de los dos sistemas se mezclan, los objetivos se entrelazan, los discursos se difuminan, pierden sus límites.
Esta confusión produce una paradoja: acciones altamente revolucionarias, que salvan a la Revolución de un peligro inminente y en su momento son heroicas, al ser juzgadas con las reglas, los valores de la oligarquía, resultan condenables, y sus ejecutantes penados por los oligarcas y por los revolucionarios confundidos.
Así la Revolución pierde credibilidad y aceptación: no hemos sabido explicar y explicarnos la situación de guerra en que estamos, y no terminamos de entender que es el espíritu el eje de toda actividad revolucionaria.
Debemos rescatar la pasión por la obra que nos encomendaron los cielos, reafirmar el sentido de pertenencia, de defensa de lo nuestro, de lo revolucionario, defenderlo hasta en la comprensión de los errores, unirnos en las dificultades, desechar el espíritu fragmentador. Debemos ser duros en el combate al enemigo, y a las desviaciones internas, pero sin perder el humanismo, que la batalla no justifique a la bestia.
La fase que vivimos es compleja, la convivencia capitalismo – Socialismo, trae necesariamente confusión. Y cuando dos sistemas se enfrentan, la confusión favorece al sistema dominante. Esta confusión que vivimos favorece al capitalismo porque impide el desarrollo de la pasión heroica, del espíritu revolucionario, dificulta la comprensión del momento, del movimiento de la Revolución.
De allí que debemos defender las acciones Revolucionarias en su visión estratégica, por ejemplo, debemos corregir las deficiencias de Barrio Adentro, pero no podemos dejar que la oligarquía, sus voceros, lo juzgue ¡No tienen moral! A ellos no corresponde evaluar los errores que comete la Revolución. El Nacional, globovisión no pueden ser los tribunales de la Revolución , no podemos dejarlos construir imágenes distorsionadas de la realidad. Los problemas de la Revolución competen al pueblo humilde, nunca a los oligarcas ¡A la oligarquía ni tantico así! A la Revolución la absuelve la historia.
La Revolución debe amolar el tridente, sólo así podremos triunfar en las batallas con las que el imperio y sus lacayos nos amenazan.
13 de julio de 2010
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