El régimen dictatorial de Túnez se tambalea, pero aún pretende demostrar que está vivo. Ayer, al tiempo que desplegaba al ejército por diversas partes del país y en los puntos más sensibles de la capital, el presidente Zine El Abidine Ben Ali destituía a su ministro del Interior, Rafik Belhaj Kacem, decretaba la liberación de los manifestantes detenidos durante los últimos días, prometía una investigación de los hechos de violencia y establecía el toque de queda en la capital.
Pero las medidas llegan muy tarde y nadie parece prestarles atención, salvo ese sector disidente que parece albergar el seno del ejército y probablemente sus valedores: Francia y Estados Unidos. Según fuentes de la oposición el Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el general Rachid Ammar, habría sido cesado en sus funciones por negarse a que sus soldados sirviesen para reprimir al pueblo y por expresar sus reservas al uso excesivo de la fuerza contra las manifestaciones.
Mientras tanto los tunecinos continuaron sus protestas en las calles demandando pan, trabajo y democracia, pero frente a la brutal represión policial hallaron un ejército que en muchos lugares les protegía. En varios vídeos que circulan por Internet se puede ver a mandos militares y a convoyes del ejército en sintonía con los manifestantes. En la localidad de Thala, la abogada Mounia Boualila relataba que el ayuntamiento demandó la protección de los militares después de que la policía hubiera llevado a cabo actos violentos e intimidatorios contra la población local. La abogada, que habló de un total de 9 muertos en la ciudad desde la noche del sábado, explicó también que el lunes por la tarde fuerzas policiales “secuestraron tres cadáveres de manifestantes asesinados horas antes en la comisaría (…) y que igualmente trataron de hacerse con los cuerpos de otras cinco víctimas de las balas, amenazando a los cortejos fúnebres que se dirigían al cementerio. Los soldados intentaron razonar con los policías, mientras nosotros discutíamos y, finalmente, conseguimos enterrarlos discretamente”. El papel del ejército constituyó ayer una importante novedad para los manifestantes. Mientras las fuerzas policiales permanecen fieles a Ben Ali, los militares parecen guardar la distancia. Ya el lunes una decena de soldados montaron guardia frente a los juzgados de Kasserine (una de las ciudades más castigadas por la represión) tanto para prevenir disturbios en su interior como para proteger a los abogados, según relataron numerosos testigos.
Por su parte los abogados tunecinos, uno de los colectivos más activos y castigados por la dictadura, trabajan actualmente en la realización de un informe lo suficientemente sólido para presentar una denuncia ante la Corte Penal Internacional, según informaron a Mediapart.
Huelgas y toque de queda en la capital
La central sindical mayoritaria en el país, la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), anunció también la convocatoria de huelgas territoriales y sectoriales por todo el país. Para el viernes hay un paro general convocado en la capital.
Pero mientras la población se muestra cada vez más activa y con menos miedo, el nuevo ministro del Interior insiste en acabar con las protestas a cualquier precio. Durante el día de ayer se reportaron nuevas víctimas, dos fallecidos en Douz (550 km. al sur de la capital) en el transcurso de una manifestación, y otras cuatro o cinco personas resultaron heridas, según explicó a la agencia France Press un testigo presencial. Aunque las cifras reales serán mayores con toda seguridad a tenor del número y la dureza de los enfrentamientos habidos durante la jornada (la cadena Al Jazeera recogía en un mapa 20 ciudades donde se tenían datos sobre disturbios).
Para tratar de evitar más actos de rechazo al régimen, las autoridades decretaron el toque de queda en la capital y la periferia entre las 8 de la tarde y la 5:30 de la mañana, y por tiempo indefinido. A pesar del anuncio, las protestas de jóvenes derivaron este miércoles en violentos enfrentamientos con las fuerzas represivas, que se alargaron por encima de la hora del toque de queda. Según informaron fuentes sindicales y de los partidos de oposición, en tres barrios de la zona norte de la capital decenas de jóvenes se enfrentaron con piedras a la policía.
Por otra parte, las mismas fuentes señalaron que en la cuenca minera de Gafsa (en el centro oeste del país) se reanudaron los enfrentamientos, que la noche anterior habían dejado un saldo de siete muertos en esa región, según los sindicatos.
En la ciudad de Beja, 100 kilómetros al sur de la capital, los participantes en la protesta quemaron una comisaría y la sede regional de la RCD (partido en el poder).
En Kasserine, donde los enfrentamientos del lunes causaron varios muertos, se decretó también el toque de queda y se produjeron disturbios tras la visita del ministro de Sanidad, Monder Zenaidi, al hospital donde se encuentran ingresados los heridos.
En Feriana, grupos de manifestantes provocaron el incendio de dos sucursales bancarias, y asaltaron dos farmacias y varios comercios.
También en la localidad de Jenduba fue pasto del fuego una oficina de Correos.
Temores por líder opositor
Pese al anuncio de liberación de los detenidos, el líder del Partido Comunista de los Obreros de Túnez (PCOT), Hamma Hammami, fue arrestado ayer al mediodía en su domicilio. Según relató su esposa, la abogada Radhia Nasraoui, al diario Le Matin “una veintena de hombres, vestidos de negro, se llevaron a mi marido y a dos de nuestros amigos abogados que estaba con él”. Nasraoui, presidenta del Comité contra la Tortura, añadió que temía por su vida pues la policía ya había matado a un familiar en la puerta de su comercio, en la ciudad de Thala. Ella misma había sido agredida la víspera mientras se manifestaba en el centro de la capital: “había centenares de polís de paisano y además brigadas de antidisturbios. Un grupo se lanzó sobre mi e intentó arrancarme de allí. Felizmente, mis compañeros y compañeras consiguieron protegerme. Pero he visto a la policía golpear a los manifestantes, cebándose especialmente con las mujeres”.
Nasraoui aseguró que “nadie puede decir como van a evolucionar los acontecimientos, pero una cosa es segura, las manifestaciones van a continuar”.
Ausencia de perspectiva política
“Nuestro gran problema es la falta de perspectiva política”, aseguró Nizar Amami, sindicalista de la UGTT. “Ningún partido aparece, el Partido Demócrata Progresista (PDP, oposición legal) es demasiado débil, la UGTT tiene que sustituir a la oposición para lanzar consignas de organización, acciones de solidaridad, pero como proyecto... lo que hay es un régimen verdaderamente debilitado, nunca se había visto eso”. “Desde el principio los lemas de las manifestaciones se dirigieron contra Ben Ali y su familia (en concreto el clan de su mujer, Leila Trabelsi), que la gente ya no acepta. Por eso la policía tiró a matar, porque los dirigentes tienen miedo”.
“Las señales enviadas por el ejército, en este contexto, son muy importantes. A nosotros nos toca trabajar para compensar la debilidad de la oposición política”, añadió.
Fisuras en el poder
Otro hecho inédito en Túnez son las críticas al gobierno (que es decir al presidente) por parte de los partidos de la coalición en el poder, que legitiman y mantienen la dictadura. La Unión Democrática Unionista (UDU) demandó tras los hechos del fin de semana una acción urgente del presidente y exigió acabar inmediatamente con los disparos policiales contra los civiles. Al tiempo exigió el procesamiento de “toda persona que hubiera ordenado el uso de armas de fuego”.
Por su parte el Movimiento Ettajdid se mostró “conmocionado” por la “peligrosa escalada” de la violencia y pidió a Ben Ali “medidas urgentes para ponerle fin”.
Dos posicionamientos, fuertes para el estrechísimo contexto político tunecino, que no hacen más que poner en evidencia las contradicciones existentes en el seno del régimen dictatorial del país.
13 de enero de 2011
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Destituyen al Ministro del Interior y decretan toque de queda mientras aumenta la protesta popular
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