Los atentados mataron el año pasado en Iraq a 3.000 civiles, más que en las revueltas de Túnez o Egipto juntas. Pero Iraq ha caído en el olvido de muchos, aunque los extremistas siguen activos.
Los atentados con coche bomba y los ataques suicidas constituyen casi una triste rutina en Iraq. Casi cada día, los terroristas siembran la muerte y el sufrimiento entre los iraquíes, ya de por sí en un ejemplo a evitar, “gracias” a los estadounidenses. “Mi país se ha convertido en una casa de locos en la que no hay médicos”, denuncia un ex funcionario de alto rango de Bagdad que se mudó hace cuatro años a El Cairo tras recibir amenazas de muerte. El sunita combate su resignación estudiando filosofía occidental.
“Nosotros los iraquíes nos hemos librado del infierno después de la muerte, porque ya hemos vivido todo en la tierra, el terrorismo, los horribles políticos y temperaturas como en un horno”, dice con sarcasmo otro jubilado iraquí.
El lunes, entre Kirkuk, en el norte, y Nayaf, en el sur, más de diez bombas detonaron una detrás de otra, mientras en Bagdad los termómetros marcaban los 43 grados. Los que no se pueden permitir un generador para tener aire acondicionado, sudan sin parar cuando se corta de nuevo la corriente eléctrica. Algo difícil de soportar especialmente ahora, durante el mes de ayudo islámico del ramadán, en el que los creyentes se abstienen de comer y beber desde la salida hasta la puesta del sol.
El conflicto entre musulmanes chiitas y sunitas, que marca la línea divisoria entre las agrupaciones violentas, ante la falta de una cultura democrática en el país, se ha visto además impulsado por una serie de televisión que, con el hombre de “Al Hassan y Al Hussein”, tematiza la lucha de poder y la disputa teológica de los antiguos musulmanes y así también la división entre ambos grupos.
Cuando los opositores al primer ministro, Nuri al Maliki, tras las última ola de bombas, criticaron al jefe de gobierno y a las fuerzas de seguridad, un diputado de la alianza chiita de Al Maliki contraatacó responsabilizando del terror a esa serie de televisión.
Abdul Mahdi al Chafayi cree que la serie, ambientada en el siglo VII, abre viejas heridas y presenta negativamente a los chiitas, de lo que deduce que los productores de la serie son responsables de los atentados con bomba del lunes. La emisión fue suspendida por el Parlamento el pasado fin de semana, pero aún puede recibirse a través de canales extranjeros por satélite.
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